miércoles, 2 de mayo de 2012

Un lugar


Me habló de un lugar lejano. Me dijo que pronto partiría para no volver y que de los errores siempre algo se aprende. Dijo que ya no volveríamos a vernos pero que ese sería nuestro secreto. Habló secamente, como se hablan estas cosas, casi desinteresada, como si todo ese discurso hubiera sido armado detalladamente desde hace muchísimo tiempo atrás. Desde siempre.

Dijo que toda imagen es una ficción, que cometemos el error de buscar una verdad donde ya no existe. Que el mundo no es más que una imagen real y que al igual que en los sueños, siempre creemos estar despiertos. Habló de aquel lugar como de un paraíso, mencionó un paisaje limpio, un paisaje blanco y sin aves en el cielo, habló de una salida que se esconde en la lejanía, donde no ya no importa el tiempo, ni la culpa, ni siquiera la suerte como un consuelo precioso. Habló de una música que a veces suena despacio y que nadie oye

Pero que no se iría con las manos vacías, eso dijo, se llevaría consigo toda la amargura y toda la belleza juntas. Sus labios temblaron suavemente. Su mirada estaba perdida en la nada. Habló de un deseo inquieto, de la posibilidad de alejarse de todo, del misterio de los días que se esconden en el tiempo, y de que solo allá se puede descansar.

Por último me dijo que no se me ocurra ir a buscarla, sino estaba completamente convencido, porque de aquel lugar no se vuelve. Entonces me indicó como llegar. Solo ahí pude comprender: nuestro secreto era trágico.