que se muera el silencio éste,
enemigo de la noche inerte
que todo detalle extraviado
abandone al menos el vértigo
que la oscura máscara de frío
caiga vencida sobre mis pies
que la pena transfigure la mañana
con su luz tibia en tu reflejo
que la paciencia exista al fin
y recupere su perfecta mirada
que el pensamiento desastroso
no asalte al pobre mendigo
que las incoherentes horas
me devuelvan la imagen
y que los imbéciles
callen para siempre.